¿Alguna vez te has puesto a pensar por qué cuando se salen las cosas de lo ordinario, ansiamos regresar a la normalidad de la rutina? Muchas veces pasa cuando estamos de vacaciones. Te escuchas decir “sí, está todo padrísimo, pero me urge mi casa” o “sí, la estoy pasando increíble, pero ya quiero regresar a mi rutina”. ¿Suena familiar?
La razón es muy simple: el ser humano prospera bajo la rutina. Esto se debe a que a nuestro cerebro le encanta la predicción. Se siente más cómodo en situaciones en las que sabe lo que va a pasar a continuación. Las rutinas son situaciones que han sucedido con tanta frecuencia que sabes exactamente cómo se desarrollarán, y eso da paz y tranquilidad.
A nuestro cerebro no le gusta la incertidumbre. La incertidumbre compromete la parte de nuestro cerebro de “luchar-huir" que puede sofocar el pensamiento claro. Las rutinas, sin embargo, ayudan a darnos una mayor sensación de control que crea certeza, lo que le encanta al cerebro.
Otra razón tiene que ver con energía. Cada pensamiento, acción voluntaria o involuntaria, cada proceso de nuestro cuerpo está controlado por el cerebro. Este órgano utiliza muchísima energía para todas las actividades diarias (¡alrededor del 25% de energía!). Entonces, entre menos tenga que pensar en cosas de hábito, menos energía va a gastar y podrá optimizar el uso de energía. Así el cerebro no tiene que utilizar energía extra porque ya tiene una rutina.
Las rutinas nos ayudan a concentrarnos y mantener la atención. La capacidad de prestar atención a lo que es importante es clave para una llevar una vida equilibrada. Cuando estamos dispersos (¿y mi celular? ¿y las llaves?) la atención se diluye. Las rutinas, sin embargo, pueden ayudarnos a dirigir nuestra atención hacia donde realmente necesitamos dirigirla.
Apégate a la rutina. Tu cerebro te lo agradecerá.
Dejar un comentario
Este sitio está protegido por reCAPTCHA y se aplican la Política de privacidad de Google y los Términos del servicio.